Caprichos y amistades

Las modas nos son buenas consejeras en cuanto a aquello que debe perdurar y es poco inteligente despreciar las acreditadas reglas de oro que nos ha legado la sabiduría popular. Una de esas reglas no escritas nos recuerda que la prudencia recomienda no asignar nombres de personas vivas a los lugares públicos. Pero en el último lustro se ha puesto de moda que pueblos y barrios bauticen con los nombres de sus muchachos deportivos calles, plazas, paseos, parques e instalaciones deportivas públicas. Así en Oviedo transitamos las calles Fernando Alonso y Samuel Sánchez, en Móstoles encontramos la Avenida del Deporte renombrada como Avenida Iker Casillas, en la Región de Murcia existe más de una instalación deportiva pública con el nombre de su actual director general de deportes, y así podríamos seguir hasta aburrirnos con una interminable lista: Camacho, Contador, Guardiola, Indurain, Ãngel Nieto, Gasol, Nadal… Cada alcaldillo ha intentado (y logrado) darse un baño de populismo a costa del éxito ajeno aprovechando una demagogia ciertamente torticera. Lamentablemente en el deporte no suelen abundar las neuronas sanas (el complejo gris suele estar aquejado de narcisitis ególatra) y los homenajeados se dejan agasajar sin reparar en que éste ha de ser precisamente un homenaje póstumo para legar a la posteridad. Intentaremos explicar los motivos, pero sólo me entenderán quienes partan con la mente libre de prejuicios parciales.

Los deportistas han alcanzado desde hace unos años cotas de popularidad reservadas hasta hace poco a cantantes y actores, e incluso toreros. Un siglo antes, científicos, ingenieros y exploradores eran aclamados por las gentes del pueblo llano (parece increíble, ¿verdad?). Algunas centurias atrás los artistas del arte eran los favorecidos por la estimación popular: literatos, pintores, músicos, escultores… El mundo ha cambiado en lo que a estas preferencias respecta, pero las reglas de oro siguen siendo válidas.

Antaño porque cualquier vate podía descolgarse con unas estrofas irreverentes. Hogaño, en Llanes (conocida tristemente como la Marbella del norte) estuvieron en un tris de dar el nombre de Camilo José Cela a su colegio público; la coherencia de un sabio profesor abrió los ojos de los responsables. Seis meses después el entonces flamante premio nobel era designado persona non grata en Asturias por diversas asociaciones tras faltar al respeto a un símbolo asturiano como es la Virgen de Covadonga, creencias religiosas aparte. Los mismos postulados que impedían a nuestros mayores preservar los callejeros del furor y horror de las modas son vigentes hoy en día.

Los hercúleos deportistas son los guaperas más volubles, los más expuestos a un giro desfavorable, por lo que debería volver a reinar la cordura entre las gentes que a imagen y semejanza de la locura nacional se suman como un necio coro a esta absurda moda.

Un deportista se expone al disfavor popular si es atrapado en el atajo de la trampa química en su afán y necesidad de figurar en los podios. Además, la vida deportiva es breve y un campeón de hoy puede protagonizar una tropelía mañana, durante su posterior vida civil. Llegarán luego las lamentaciones, las dudas y los problemas teniendo que cambiar a la carrera el nombre a la calle, parque o polideportivo. Parece que en Vallecas se vieron obligados a retirar el nombre del polideportivo Poli Díaz.

Conocemos héroes deportivos que no asimilan una existencia gris entre bambalinas y algunos optan por eso que han dado en llamar una solución definitiva a un problema temporal. No está bien que un lugar público lleve el nombre de un suicida (no hasta que transcurra un periodo de tiempo suficiente para ser disculpado). Disculpen que por respeto no mencionemos un medallista olímpico de la piscina. Ninguno estamos libres de caer en esta debilidad, pero ciertamente las calles y edificios públicos no llevan nuestros nombres de ciudadanos de a pie.

Un ídolo deportivo de la talla de O.J. Simpson en los USA se libró de la condena por el asesinato de su esposa cuando sus buenos y caros abogados encontraron un defecto en el protocolo de custodia de las pruebas; empero, el archifamoso sudafricano Óscar Pistorius, el atleta sin piernas, no parece que vaya a librarse con facilidad del castigo por similar delito. Ninguno de nosotros está libre de un momento de enajenación, pero tampoco plazas y parques llevan nuestro onomástico.

De optar por personas, se deben bautizar los lugares públicos con nombres de personalidades que hayan contribuido al bienestar objetivo de la comunidad y no de personajes vacuos cuya celebridad únicamente se sustenta en éxitos tangibles para sí mismos. Por motivos firmes siempre se trató de un homenaje póstumo, y disponemos de homenajes para realizar en vida: el de hijo predilecto es el más socorrido, pero las Administraciones públicas tienen capacidad para aprobar ordenanzas que establezcan distinciones honoríficas: medallas, bandas y fajines.

Inmersos en la vorágine diaria es posible vernos empecinados en una idea absurda a imitación de lo que vemos en la tele. No nos dejemos embaucar pues por personas con ánimo de relumbrón a costa del éxito ajeno. Recordemos las reglas no escritas que nos han legado nuestros mayores e impongamos una pausa.