Y el ciclismo también lo reblandece

Terminó el verano. Acabó La Vuelta. Y acabó también el campeonato del mundo de ciclismo en Ponferrada. Lo previsible es que hasta el año que viene desaparezcan de la carretera todos esos aficionados a la bici que dificultan y obstaculizan el tráfico rodado.

Mi crítica no va dirigida a todos los ciclistas que salen a la carretera en los meses de verano; sólo se la dirijo a aquellos que la toman al asalto o/y circulan en pelotón a imagen y semejanza de lo que ven por la tele. Sabido es que la emulación es una característica humana: en un complejo deportivo vemos a barrigudos padres de familia queriendo imitar los chutes y regates de los profesionales de la Champions, pero éstos no suponen un peligro para los demás ciudadanos.

Estos incívicos imitadores de los cada vez más denostados ases del ciclismo circulan en pelotón, haciendo relevos y cambios de ritmo como si tuvieran la carretera cerrada cual televisiva serpiente multicolor. Ruedan en paralelo charlando con el compañero de al lado, haciendo bromas como las que vemos en la tele entre los integrantes del pelotón. Incluso los hay que pedalean con la cabeza medio ladeada hacia la izquierda y una sonrisa bobalicona, como si hubiera un cámara tomándoles un primer plano.

Las cambiantes normas de tráfico nos han vuelto locos a los conductores de vehículos que, lejos de ser enemigos del ciclista, lo último que deseamos es atropellar a un tontaina de éstos porque nos jugamos nuestro dinero y nuestro permiso de circulación, cosa que algunos necesitamos para comer. Sin embargo esos frágiles ciclistas son irrespetuosos con las normas de circulación, quizá amparados en la masa, en el grupo, en el número, en que como son muchos pueden hacer lo que les venga en gana.

Este verano he visto ciclistas que circulaban por una carretera nacional secundaria (de las que se nombran con tres cifras) hablando por el móvil. He visto ciclistas abordar una rotonda por el centro como si llevaran una máquina a motor de gran aceleración. He visto a un pelotón de estos atontaos dividirse al salir algunos por uno de los brazos de la rotonda y el resto por el equivocado, girando estos últimos en redondo tras casi un centenar de metros y volver en dirección contraria a la rotonda cual kamikazes en autopista. Y es que ir en manada le inhabilita para pensar en traspasar la mediana o volver por el arcén. Avanzar dos centenares de metros más para hacer lo correcto ni siquiera está al alcance de su intelecto.

Las normas de tráfico han sufrido cambios constantes a impulsos de gente tan menguada como el ex ciclista que habla por la tele, y ni los guardias civiles saben si los ciclistas pueden circular en paralelo o lo tienen prohibido, o si deben circular por el arcén, o si pueden ir en paralelo siempre que uno ruede por el arcén y el otro por la calzada. Los legisladores no tienen claro cómo actuar y ceden ante cualquier conato de minoría agraviada, actitud que se ha convertido en una de las rémoras de este país.

Señores, todo esto es más sencillo de lo que románticos intereses les están haciendo ver. Piensen… ¿permitirían que un conductor de automóvil circulara por las vías públicas con el corazón a 140 ó 160 pulsaciones? ¿Verdad que ello supondría un riesgo en la toma de decisiones, lo que hay que hacer casi a cada segundo cuando se circula tanto por vías urbanas como interurbanas? ¿No existen normas para las comitivas que circulan por las vías interurbanas? ¿Por qué no hacen que los pelotones de padres barrigudos las cumplan? Los ejemplos de Holanda y Francia en que se basa el de la tele son de ciclistas que transitan ordenadamente por las vías públicas, no para los que las toman al asalto para pedalear con el corazón en la boca.

Las vías públicas no se asfaltaron para que unos descerebrados imitadores del circuito profesional vayan compitiendo entre sí, relevándose a toda velocidad, haciendo cambios de ritmo, abanicándose y pedaleando como posesos. Sin suficiente riego en el cerebro no es posible tomar decisiones acertadas y uno se mueve en el terreno de las fijaciones.

De todos los ciclistas que vemos en la carretera el único que cumple con las normas cívicas y de tráfico es el cicloturista, que circula pausada y ordenadamente —dándose tiempo para tomar decisiones—, que todo lo más rueda en un grupito de tres elementos, y que si tiene que echar el pie a tierra lo hace sin reparo. Circular en comitiva, a una velocidad anormalmente reducida por una vía pública conlleva una serie de obligaciones, tales que la marcha vaya señalizada o se circule en orden. Veinte elementos jugando a correr una Vuelta son un peligro para todos los usuarios de las vías públicas. Deberían ustedes obligarles a rodar todo lo más en grupos de tres elementos.

Si las bicicletas son para el verano, las carreteras no son para ir corriendo.