Archivo por autor

Nuevas etapas

Mi etapa como bloguero de artículos críticos sobre deporte y sociedad hace tiempo que ha terminado (lo pasé muy bien con la exitosa Aguja de Bitácora y luego con El espectador). Mi evolución como escritor me ha llevado al mundo del cuento. Y sigo siendo crítico desde este género poco apreciado en España. Te dejo los enlaces a algunas bitácoras que ahora llevo.

Mi bitácora de cuentista:

Si gustas de leer cuentos no dejes de pasarte por:

Aquí debajo te enlazo uno de mis derrelictos; los demás, en la barra superior.

Antes de abandonar definitivamente los artículos deportivos fui cronista en Mospintoles:

Saludos de laaguja
(blogueando desde 2004)

Y esto es to…, esto es to…, esto es todo, amigos

Bueno, pues ya lo ha dicho Porky por mí. Esto ha sido todo, amigos.

Desde 2004 que empecé publicando artículos de opinión (tanto de fondo como de actualidad) en la Red con el blog Aguja de Bitácora (el viejo blog), retitulado en su día como El espectador, ha sido un largo viaje, donde alcancé varios hitos, como mantenerme el primero en el ranking de blogs en castellano sobre deporte tres semanas seguidas y permanecer entre los diez primeros durante más de un año. Sin duda los más importantes han sido ver reseñado Aguja de Bitácora en el libro La revolución de los blogs, del profesor José Luis Orihuela, y estar entre las cien bitácoras escogidas (seis en la categoría deporte) para la opción predeterminada del agregador de RSS FeedReader en castellano.

Me resistía a cerrar la andadura, pero ahora me encuentro más centrado en otras formas de escribir: ¡cuentos!

La evolución ha sido un pasaje muy natural que empezó en un momento dado en el Viejo Blog (apenas consultable en estos momentos… no actualicé la base de datos en su día al WordPress 2.0 y ahora me temo que sea imposible hacerlo, aunque intentarlo es una continua tarea pendiente), con las historias que ocurrían en el ficticio pub de El Abrevadero (que no fue otra cosa que la necesidad de crear nuevas voces), y luego se trasladó al proyecto a dos manos (más bien cuatro, ahora que se escribe con teclados) de las Crónicas (deportivas) de Mospintoles, donde hemos dejado constancia de 111 cuentos.

Ha pasado mucho tiempo desde el último artículo de opinión «cáustico e irreverente» que he escrito, y me temo que ahora no sería capaz de estar pendiente de la actualidad deportiva. Y los artículos de fondo empezaban a repetirse…

De este dominio raíz cuelgan otras webs que me son muy cercanas, por lo que el blog quedará aquí como testimonio y referente de lo que una vez fui capaz de hacer. Veré si puedo echar a andar el viejo blog de El espectador (con el histórico de Aguja de Bitácora), donde se recogen los artículos críticos sobre el deporte y la sociedad escritos desde julio de 2004 a agosto de 2011.

Ha sido un placer.

Saludos de laaguja.

Un ministro chocho, gagá, decrépito

El ministro de interior de España ha arremetido contra uno de los súbditos de esta corona. A Jorge Fernández Díaz, vallisoletano de nacimiento con apellidos castellanos, aunque en su pasado político figura haber sido presidente del PP de Cataluña durante dos años, le ha molestado que el actual entrenador del Bayern de Munich haya optado por presentarse a las elecciones catalanas cerrando la lista de los independentistas.

Entre las memeces que recoge El País y que se escucharon en la episcopal COPE, siendo luego recogidas por Europa Press (todas fuentes de reconocida solvencia), el ministro dice que el ciudadano Guardiola no puede dedicarse a la política y seguir siendo entrenador.

Alguien del PP debería decirle a Jorge Fernández que un ministro de España no puede andar diciendo sandeces por la radio. Todos entendemos que ir el último en la lista independentista (que esto es lo que le tiene a mal traer al ministro, porque si Guardiola se presentara por el PP apuesto a que no hubiera abierto la boca) no implica compromiso de dedicarse a la política, y que se trata de un mero gesto. Debería admitir el ministro que lo que no es de recibo es dedicarse a la política nacional siendo a la vez asesor en empresas internacionales y multinacionales. Si el ministro quiere hacer algo por este país puede leer mi crítica anterior, que me da que le incumbe a su ministerio mucho más que el hecho de que un afamado entrenador sea o deje de ser independentista, opte o deje de optar por ir en una lista electoral, la cierre o la encabece. Y si este hecho se le antoja tan grotesco, en su mano está legislar para que los entrenadores no se dediquen a la política, ni los de fútbol ni los demás, ni los afamados ni los de base (el entrenador del equipo de fútbol de mi pueblo es ahora concejal: ¿le parece al ministro algo «triste y lamentable»?).

También le aprieta el zapato al señor ministro por el hecho de que Guardiola jugara con la selección (de la federación) española de fútbol. Y comete el error de enjuiciar ese hecho como lo haría cualquier patán en cualquier taberna de España. Un ministro no puede permitirse el lujo de hablar coloquialmente en una radio, estando obligado a utilizar siempre un habla formal cuando se dirige al público. Empero reconozco que es posible que a pesar de ser ministro (no se exige superar ningún examen para ser ministro; es más no se exige superar ningún examen para pasar de la vía privada de la política a la vida pública en la política) al hombre no le alcance para ver que TODOS sin excepción juegan con la selección (de la federación) española de fútbol por dinero. Son profesionales y juegan por dinero, igual que el señor ministro está en política por dinero, y posiblemente por otras cosas. Pretender lo contrario es querer confundir el culo con las témporas.

Tenemos además una absurda ley que obliga a los profesionales a abandonar sus intereses para jugar con la selecciones de las federaciones españolas so pena de ser sancionados. Que yo recuerde ese punto no se ha modificado en la ley del deporte, pero tampoco me voy a tomar la molestia de buscarlo salvo que algún desinformado (como ya ocurriera con la vieja bitácora) me dijera que no existe tal obligación.

No deja de ser triste que paguemos a ministros tan lenguaraces como Jorge Fernández. Es ministro de interior… debería saber que la ley obliga a los deportistas españoles a participar en las convocatorias de sus selecciones, y que un entrenador puede ejercer su derecho a ser políticamente elegible. Y que todo es perfectamente legal, tanto el ser obligado a participar en las convocatorias de una federación deportiva española a pesar de no querer hacerlo como el ser elegible en una lista de un partido político legalmente constituido. En su mano está cambiar ambas situaciones. Que opte por cambiar la más grotesca.

Alipori, indignación, impotencia (con goles)

Por este orden me han asaltado las sensaciones mencionadas en el titular al leer la noticia que me hace llegar El País:

• Abogados del Estado pleitean contra España fichados por fondos ‘verdes’

Debemos respetar la independencia personal de cada uno, pero no se puede aplaudir —ni siquiera permanecer inerte— ante la burla que algunos abogados del Estado dedican al país y a sus instituciones, mofándose a continuación del contribuyente de nómina (el que la tenga) que no lo está pasando nada bien con la caída y permanencia en esta ya sempiterna crisis.

Venir a comparar la traición a la lealtad que debería serles exigida por alguna de las miles de leyes que ha parido nuestro inane Congreso con un partido de fútbol es vergonzoso.

Estos «demasiao-bien-pagaos», después de conocer por dentro la maquinaria del Estado español, de haber sido formados con dinero del Estado, piden una excedencia para ganar pingües sueldos mercenarios atentando contra la mano que les ha dado de comer.

Cierto que no estamos en tiempos de guerra y que no podrán ser acusados de alta traición… Pero nuestro feble Estado, capitaneado por cada vez peores presidentes del Gobierno (desde el comienzo de la democracia cada presidente del Gobierno español ha sido peor que el anterior), debería prohibirles la reincorporación a sus puestos de trabajo, negarles los beneficios fiscales que les correspondan e incluso poner en tela de juicio su nacionalidad española.

Vivimos en el mundo de la desvergüenza, de la desfachatez, de los caraduras… Pero venir a decir que les gustaría meter goles para España cuando sus servicios nos pueden acabar costando una millonada en euros a todos los españoles es para investigarlos hasta la última coma, hacerles la vida imposible en el país al que traicionan, y pedirles muy amablemente que desaparezcan de la Piel de Toro. Me pregunto si alemanes, americanos o franceses se atreven a cometer tamaña tropelía; y si la llevan a cabo me pregunto también si vendrían justificando su desleal acción parangonándola con el maldito balompié (panem et circenses para un pueblo inculto y alienado).

Y no es que quien suscribe vaya de patriota, que sobre eso he dejado escritas muchas páginas en este y en el viejo blog. Es que bajo cualquier otro sistema de gobierno que me fuera más grato (y no este oxímoron) seguiría pidiendo lo mismo. Y aún lo conseguiría.

Aberraciones: himnos nacionales y deporte

Por enésima vez…

Los himnos nacionales fueron compuestos para ser interpretados en momentos solemnes, y un encuentro deportivo es un momento festivo.

Los que se indignan por la pitada al himno español en la final de copa futbolera quizá harían mejor indagando antes en los motivos que dieron origen a la interpretación de los himnos nacionales en los encuentros deportivos. El movimiento deportivo actual surge a finales del siglo XIX en un mundo donde imperaban los nacionalismos exaltados; y así le fue a aquel mundo, con dos conflagraciones mundiales e infinitas réplicas en forma de guerras civiles en una miríada de países, incluido el nuestro, que se cobraron millones de vidas humanas y propiciaron todo tipo de atrocidades en nombre del nacionalismo que cada cual entendía como verdadero.

Dejar atrás tan perniciosas exaltaciones patrioteras se hará efectivo el día que se abolan los himnos nacionales de los encuentros deportivos. Propio del torpe que huye hacia delante es pedir ahora sanciones ejemplares; empero, es de sabios sentarse a recapacitar sobre el pasado heredado.

Deberíamos considerar: un deportista o un grupo de ellos no representan a un país. Al menos a España la representan las personas que hemos tenido ocasión de elegir directa o indirectamente, les hayamos dado el voto o no, nos guste o nos disguste que estén ahí —como por ejemplo el rey y su casta (en su primera acepción)—. Un país no juega un partido de fútbol ni tira a canasta ni corre sobre una moto. Cuando un equipo deportivo pierde, la honra de su país continúa intacta. Y en el caso contrario, cuando una selección de una federación nacional gana una final, su país sigue donde estaba sin escalar puestos en los foros internacionales, verbigracia las Naciones Unidas, el G-8 o la Unión Europea. Pretender lo contrario es un absurdo.

El movimiento deportivo es un movimiento de índole privada. Confundir y revolver esta base del movimiento deportivo con los intereses del grupo político que dirige un Estado en un momento dado es propio de ignorantes. Las falsedades, aunque se repitan un millón de veces, siguen siendo falsedades. Y de que «todo el mundo» afirme algo sólo sabemos que lo afirma todo el mundo, no que sea cierto (¿es necesario recordar que literalmente todo el mundo afirmaba que el Sol gira alrededor de la Tierra?).

La institucionalización de los himnos en el deporte es una herencia arcaica, un vestigio residual que debe ser abolido para no enturbiar la paz social entre los que creen que un himno es sagrado y los que van de fiesta a un estadio deportivo.

El aficionado acude al estadio al reclamo de un encuentro deportivo-festivo —y pagando la entrada de su bolsillo—, no a que le impongan actitudes marciales impropias de los tiempos que queremos vivir. Con políticos incapaces serán las federaciones internacionales quienes impondrán cordura; ocurrirá el día que estas federaciones pierdan dinero por la estupidez insana del político que pretende suspender el encuentro por pitar un himno.

Las chicas de las mazas y sus opiniones guais

A las niñas de la gimnasia rítmica (las cinco en torno a la veintena) les digo que mejor harían concentrándose en lo que saben hacer tan bien que en opinar sobre intangibles que les vienen grandes en su ingenua juventud. Si investigaran en la historia del deporte moderno igual se llevan la sorpresa de que el idolatrado Pierre Fredy, barón de Coubertin, el impulsor del olimpismo moderno, era un misógino confeso y convencido. Si por él hubiera sido las mujeres nunca hubieran participado en unos Juegos Olímpicos, y en consecuencia es muy posible que estas gimnastas nunca hubieran obtenido su medalla de oro porque por él el deporte femenino no existiría. Fue este mismo barón de finales del siglo XIX, tan aristocrático como decadente, quien con sus adláteres y siguiendo intereses particulares instauró la costumbre de interpretar himnos nacionales en el deporte. Seguid apoyando su ideario, majas: #loshimnosSOBRANeneldeporte.

¡Qué gratuito es dar opiniones guayantes!; pero se deben sustentar con argumentos sólidos.