Cinco a uno

Una manita que le han metido a la selección de millonarios de la federación española del balompié la selección de millonarios de la federación holandesa de fútbol.

A ver si ahora los ciudadanos españoles despiertan del letargo y miran a su alrededor para darse cuenta de los problemas que aquejan a España. Porque España es un país, y un país es algo mucho más importante (aunque sea el nuestro) que un grupito de millonarios en pantaloncitos jugando a la pelota que, dicho sea de paso, no nos representan: no representan a España. Por no representar no representan ni a su federación, que está representada por su presidente como dictan sus estatutos. Y a este país lo representan las personas que hemos tenido ocasión de elegir, les hayamos dado nuestro voto o no.

Un país asolado por la corrupción política de los políticos profesionales. Un país republicano al que han convencido de que un sistema de gobierno que en sí es un oxímoron es el más conveniente. Un país que va a remolque de una Europa que lo ve, lo siente y lo padece como una rémora.

Un país compuesto por ciudadanos embobados que no han reaccionado cuando se ha rescatado a bancos con dinero del pueblo para que después esos bancos desahucien al pueblo mientras Ayuntamientos y gobiernos autónomos, también con dinero público, les hacen casas a los extranjeros forzando a nuestros hijos a convertirse en autónomos en países que los ven y los tratan como extranjeros.

Con un poco de suerte los chilenos nos harán el favor de devolver el país a su realidad más cruda, la del día a día sin la ilusión de que un grupo de millonarios, encabezados por un marqués, se hagan más millonarios aún. Los de Mediaset apoyan a la roja con eslóganes y otras martingalas digitales, cosa que no es de extrañar porque si los millonarios españoles se volvieran para casa tras los tres primeros partidos lo más probable es que algunos de los comentaristas vuelvan en el avión con ellos.

Es cuestión de dinero, simplemente. Yo soy español, español, porque lo dice mi DNI y porque pago mis impuestos en este país, y por eso me interesa que funcione. Los millonarios de la roja, que cobraron las primas del mundial 2010 en Sudáfrica porque allí pagaban menos impuestos, también son españoles… supongo que porque lo dice su DNI ya que no todos nacieron aquí. Hasta en las selecciones nacionales, cuando interesa, se le abre la puerta a un extranjero y se deja a un español viejo en casa. Es simplemente cuestión de dinero, no de sentimientos patrióticos.

Estadios: ruidódromos

Esta sociedad, además de generar muchos otros residuos, genera ingentes cantidades de ruido. El silencio está devaluado, denostado, y hasta es de mal gusto. Quizá sea porque la capacidad para generar ruido da poder, un poder inabordable y cruel sobre quienes nos rodean. No hay más que darle un tamborcito a un niño pequeño y en cuanto descubra que el infernal juguete desquicia a los padres no dejará de aporrear las baquetas contra el plástico que hace de parche. El niño se sentirá superior a sus mayores, y la gracieta del tío que trajo el puñetero regalo a buen seguro acaba con dos azotes en las posaderas del infante.

Hacer ruido nos da poder. Puedo evitar que alguien entre en mi casa. Amén de las leyes que salvaguardan mi domicilio, puedo poner puertas con cerraduras y ventanas con fallebas. Nadie podrá entrar en mi casa si no es violentando mi vivienda. Incluso puedo evitar que mires lo que tengo dentro. No tengo más que poner unas cortinas o bajar las persianas y no podrás ver el interior. Pero el ruido… El ruido es otra cosa. Cualquier nini (de esos que ni estudian ni trabajan ni se esperan que hagan algo) puede ponerse debajo de mi ventana con las ventanillas del coche abiertas y la radio a todo volumen, y no tengo manera de evitar que el ruido penetre en mi domicilio y me moleste.
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Caprichos y amistades

Las modas nos son buenas consejeras en cuanto a aquello que debe perdurar y es poco inteligente despreciar las acreditadas reglas de oro que nos ha legado la sabiduría popular. Una de esas reglas no escritas nos recuerda que la prudencia recomienda no asignar nombres de personas vivas a los lugares públicos. Pero en el último lustro se ha puesto de moda que pueblos y barrios bauticen con los nombres de sus muchachos deportivos calles, plazas, paseos, parques e instalaciones deportivas públicas. Así en Oviedo transitamos las calles Fernando Alonso y Samuel Sánchez, en Móstoles encontramos la Avenida del Deporte renombrada como Avenida Iker Casillas, en la Región de Murcia existe más de una instalación deportiva pública con el nombre de su actual director general de deportes, y así podríamos seguir hasta aburrirnos con una interminable lista: Camacho, Contador, Guardiola, Indurain, Ángel Nieto, Gasol, Nadal… Cada alcaldillo ha intentado (y logrado) darse un baño de populismo a costa del éxito ajeno aprovechando una demagogia ciertamente torticera. Lamentablemente en el deporte no suelen abundar las neuronas sanas (el complejo gris suele estar aquejado de narcisitis ególatra) y los homenajeados se dejan agasajar sin reparar en que éste ha de ser precisamente un homenaje póstumo para legar a la posteridad. Intentaremos explicar los motivos, pero sólo me entenderán quienes partan con la mente libre de prejuicios parciales.
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El boxeo y la política

Este pasado viernes me han invitado a una reunión pugilística. Fue maratoniana, con diez combates de aficionados y tres de profesional. Hay veces que llevados por el ansia de agradar se acaba hartando al público. Pero no era ésta la reflexión que quería traerles.

Dada la dilación de la velada (y nunca tuvo mejor nombre, pues acabó hacia las dos de la madrugada) hubo dos descansos. Tras el fin del segundo intermedio el locutor y promotor del espectáculo boxístico se subió al ring y desde allí, haciéndose bien visible, lo cual no dejó de tener su mérito, comunicó al respetable que se hallaban presentes dos o tres concejales de la ciudad, entre ellos el de deportes, y pidió un aplauso para ellos.
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A burro muerto, la cebada al rabo

Pues no era ningún équido, sino todo un señor, un caballero que no tenía pelos en la lengua. Como todos saben, ayer ha muerto Luis Aragonés. Y como es costumbre en Expaña, ahora será llevado a los altares por aquellos que le negaron en su día el reconocimiento deportivo que merecía.

Contrasta el agradecimiento del ministro ciego, Wert, don José Ignacio, con la fría y distante nota de prensa que podemos leer en la web de la federación española del balompié:
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