Archivo diario: 26 de febrero de 2012

Una mentira repetida

Las mentiras, los bulos o las imposturas, por mucho que se repitan, siguen siendo falsas. A lo más que pueden aspirar es a confundir a los incautos (el problema sobreviene cuando el volumen de estos ingenuos tapa la luz del sol):
«“Que un jugador represente a su país no hace si no engrandecerle”», ha dicho el maestro Bielsa.

El argentino, fiel a la mentalidad de aquel país —que es la mentalidad de los países que aspiran a algún reconocimiento de la comunidad internacional— ha caído en esta falaz aseveración. Lo triste es que esa milonga es comúnmente aceptada en España, un país también en vías de desarrollo, en el umbral del tercermundismo cultural, científico, tecnológico y político, un país donde el circo (léase fútbol y deporte profesional en general) y la prensa rosa y amarilla concitan más atención e interés entre las masas que lo realmente importante para cada uno de los integrantes de esa masa.

Los deportistas no representan a su país; ni siquiera representan a su federación, que está representada por su presidente tal y como se recoge en sus respectivos estatutos. Los deportistas, individual y colectivamente, se representan a sí mismos y como mucho (no siempre es cierto) representan el nivel en su país del deporte que practican. En una democracia sólo representan a los ciudadanos las personas que se ha tenido ocasión de votar (se les haya dado el voto o no, que de eso trata el juego democrático).

Tampoco la federación representa al país en el que radica, ni ella ni sus selecciones. Las federaciones (al menos en este país de pandereta) son entidades privadas —tal y como se recoge en el ordenamiento jurídico—, y nunca una entidad privada podrá representar a un país soberano. De hecho, las federaciones internacionales no reconocen países, sino otras federaciones que se encuadran en un marco geográfico determinado.

Mientras permitimos que quienes poseen capacidad de tomar decisiones nos ofusquen con frases publicitarias que todos asumimos se nos mantiene incapacitados para cambiar el sistema que ellos han creado para su propio beneficio.