Me gustan las rubias y las negras

A estas alturas seguro que resulta cómico enunciar que este mundo está dirigido sólo por el dinero y por ningún otro valor que no sea susceptible de convertirse en moneda. Obviamente, la evidencia es la que lleva a la comicidad.

El ámbito del deporte, inserto en este mundo dirigido por el vil metal, no va a ser ajeno a ello a pesar de que nos glosen las bondades del deporte para con el individuo.

Lo que ya no resulta tan hilarante es la manipulación de datos y de objetivos y de decisiones y de información de que somos objeto constantemente, a tal punto que uno ha llegado a desconfiar de todo aquello que se presenta como evidente. ¿Por qué ha de ser así y no de otra manera? ¿Por qué me insisten ahora en algo concreto? ¿Qué se traen entre manos? ¿Qué buscan si es que me convencen de lo que pretenden?

Por eso cuando he leído la noticia de que un estudio afirma que la cerveza es buena para el deporte he sospechado que aquí había gato encerrado. Y he recordado otra noticia de hace ahora cinco meses. Pero dejen que me explique…

Como empresa bajo el sol en este planeta el deporte precisa constantemente de financiación. Y eso es así porque el deporte no genera riqueza; la transforma o incluso la duplica, pero no la genera. El deporte, al igual que el turismo, pertenecen al sector terciario. Posiblemente el deporte sea una salida de los stocks en los sectores primario (el que extrae las materias primas) y secundario (el que las transforma), pero necesita inyecciones de dinero externas a él para proseguir su camino.

Una vía de inyectar dinero es el patrocinio… Nada nuevo bajo el sol del planeta. Existen los mecenas, con este u otro nombre, desde tiempos inmemoriales. Ya en la antiquísima Roma se encuentran patrocinadores que organizaban juegos en las ciudades para diversión de ricos y plebeyos. La rueda sigue girando para volver al mismo punto: «Panem et circenses»…

¿Y puede o debe el deporte, escaparate (que debería ser) de actitudes honestas, aceptar dinero de cualquier origen? Dejando aparte aspectos legales, tan sólo se trata de una cuestión ética; el tabaco, las bebidas alcohólicas, el sexo o el juego son origen de trastornos en el ser humano: tabaquismo, alcoholismo, ludopatía… Pero legales, al menos a comienzos del siglo XXI, son industrias perfectamente legales. Recordemos que a mediados del siglo XX era habitual ver fumar a los protagonistas en las películas y a los presentadores en la televisión, e importantes marcas de tabaco patrocinaron ciertas pruebas automovilísticas hasta no hace tanto tiempo.

Pero la moral ha cambiado y se han impuesto nuevas tendencias… hasta que la necesidad y la escasez de recursos económicos han venido a revisar esa moral autoimpuesta por esta misma sociedad. Como dar para atrás es casi imposible, más sencillo es dar un rodeo.

La noticia que les traigo es de finales del año pasado. La cerveza ha dejado de estar demonizada en el deporte por mor de un acuerdo… económico, cómo no.

El CSD llegaba a un convenio con el gremio de cerveceros para que mediante inyección de dinero la cerveza dejara de estar prohibida en el ámbito del deporte, saltando por los aires las tradicionales diferencias entre ética y legalidad: «“Es una noticia buena para la cerveza, pero, sobre todo, es buena para todo el deporte”», nos inculca desde su atalaya el señor Cardenal, presidente del CSD y secretario de estado para el deporte.

Y no satisfecho con ello nos orienta convenientemente: «“La medida, además, nos iguala con el resto de Europa […]”». ¿Así que no estábamos a la altura de Europa…? Pero, ¿íbamos por delante o por detrás? Esa sería la cuestión ética. Al menos una de las cuestiones éticas…

¡Ah…! que nuestros clubes no podían competir con los extranjeros al no contar con la pasta que pueden aportar los cerveceros. He aquí la cuestión ética que han resuelto. Perdón, nuestros clubes no, nuestras sociedades anónimas deportivas, porque ninguna cerveza va a comprarle las camisetas al Alcahuete F.C., de Ribadepollos del Conejo; cuando hablan de apoyar al deporte base no están hablando de los niños de Ribadepollos, no nos dejemos engañar; están hablando de las mismas sociedades anónimas deportivas que extienden sus garras hacia el deporte base a través de fundaciones y otras fórmulas legales (y seguro que éticas desde sus puntos de vista).

Y es que después de todo, ¿quién no se bebe una cerveza, rubia o negra, disfrutando de un encuentro deportivo? ¿Quién no ha sentido ansias de levantarse a la nevera y consumir un bote de cerveza cuando aparece el anuncio con chicos sonrientes bebiendo líquido tan reparador?

Lo que nos lleva al origen de este artículo: resulta que ahora es bueno consumir una o dos cervezas después de la práctica deportiva. Pero noten dos aspectos. El primero es que el estudio vincula consumo de cerveza y práctica deportiva. La cerveza ya no es para el espectador del estadio o el del sillón, es para el deportista. La noticia hace un batiburrillo con el alcohol, la práctica deportiva, la moral, la moderación, fármacos y contraindicaciones. Instan a dos botes de un tercio de litro como aconsejables después de la práctica porque el cuerpo jerarquiza, prioriza y no sé qué estúpidos verbos más. Pero, ¿para qué…?

El segundo aspecto sobre el que quiero llamar la atención es que la noticia no dice que el estudio afirme que la cerveza sea buena después de la práctica deportiva, sino que no es perjudicial. ¿Y para eso se han gastado el dinero? ¿Nos interesa saber si una latita de berberechos o de zamburiñas es perjudicial después de la práctica deportiva?

Uno lee la noticia y acaba pensando que le han dicho que la cerveza es beneficiosa después de una práctica de 90 a 120 minutos, y no es eso lo que dicen; la clave de la confusión se encuentra en este párrafo:

Para justificar estos datos, ha indicado que la cerveza es una bebida «más rica en potasio que otras que se toman», incluso «contiene antioxidantes, como otros productos que se suelen beber tras la práctica del deporte».

Una vez más los pobres consumidores salimos manipulados, corneados y asqueados. ¿Es bueno o da igual beber cerveza después del deporte? Y si da lo mismo, ¿para qué me lo dicen? Y si no es relevante, ¿para qué se gastan dinero público de la Universidad de Granada? ¿A quién beneficia tan torticero estudio? Al gremio de cerveceros, lógicamente. ¿Han pagado ellos el estudio? Y si lo han hecho, ¿por que no se me dice? Como comentaba al comienzo, uno acaba desconfiando también de todo lo que parece evidente porque siempre existen ocultas intenciones. O posibilidad de que existan. Y el planeta sigue girando, como la rueda, hasta volver al comienzo, aunque ahora la máxima es: «a menos pan todavía más circo», que el pueblo es sumiso y se deja embaucar.